Ya desde la antigua Grecia, quienes tenían en sus venas el gen competitivo recurrían a una vieja leyenda cuando querían resarcirse de sus derrotas y regresar victoriosos. 

En una civilización que dominaba el mundo, llena de batallas y competitiva por naturaleza. La leyenda nacería tras el regreso de Kronos tras su derrota a manos de su hijo, con sus ropas negras y rojas, manchadas por la dureza del combate y la sangre. Fue ahí cuando al iniciar la antigua tradición deportiva griega, los competidores que resultaban derrotados en su primera participación en alguna disciplina, regresaban para intentarlo nuevamente pintando su piel con colores rojo y negro, en señal a sus rivales  que retornaban más fuertes, preparados y listos para ganar, impregnandose de la fuerza de Kronos.

Al día de hoy, la forma de competir ha cambiado, pero la leyenda de Kronos sigue viva, acompañando a quienes a pesar de la derrota, regresan para darlo todo nuevamente.